La ciudad tiene una tendencia particular: construida a lo largo de una línea de cresta ascendente y descendente, en la actualidad cuenta con una calle principal de alrededor de un kilómetro y medio, que inicia en la Porta al Prato y conduce con un gradiente de 50-60 metros a la Piazza Grande. Las casas están dispuestas a lo largo de la calle principal y de una serie de calles cortas y estrechas, a menudo empinadas y más o menos perpendiculares.

Los edificios más importantes se asoman por lo alto de casi toda la calle principal y constituyen una larga serie de fachadas casi como una exposición de diseño de alto nivel. Montepulciano ha conocido dos períodos de crecimiento edilicio particularmente significativos, el del siglo XVI y el de los años comprendidos entre los siglos XVII y XVIII.

Durante el siglo XVI, el desarrollo urbano fue especialmente completado, y fue establecido por las familias nobles del pueblo en cuanto al diseño y construcción de las nuevas fachadas que dieron prestigio a los propietarios: la construcción fuera de la puerta del imponente Templo de San Biagio, bajo la dirección de Antonio da Sangallo el Viejo, había creado un"estilo" en el que se inspiraron la mayoría de los trabajadores locales dando lugar a los palacios Avignonesi, Cocconi, Cervini, Gagnoni - Grugni, Contucci y Tarugi, por mencionar los más importantes.
Estos palacios rodean muchos edificios que en Montepulciano se consideran de menor importancia, pero que serían de"mayor" importancia en muchas otras partes: el Palazzo Bellarmino y el antiguo palacio del ex-seminario donde se encuentra actualmente la Escuela de Mosaico en Via Talosa, por sus hermosos patios.

El segundo período vio la presencia e influencia del destacado arquitecto Frà Andrea Pozzo, un jesuita, que dejó a Montepulciano la impresionante Iglesia de Jesús con su planta casi circular, el salón de baile del Palacio Contucci con sus efectos de perspectiva, y numerosos internos que le han encargado: Santa Chiara fuera de las murallas y la iglesia de Santa María, ejemplos sencillos y elegantes de estilo barroco tardío. Otro grupo de edificios de particular importancia atestiguan un momento de la arquitectura de finales del siglo XVI: la Catedral, por el interior al descubierto, cuya monumentalidad se confía únicamente al juego de líneas y formas, de Scalza Orvieto (1532-1617), el pórtico delle Erbe y la iglesia de Nuestra Señora de Gracia, que tradicionalmente se le atribuyen.

No dejamos deliberadamente para lo último dos distinguidos edificios del siglo XV: el Ayuntamiento y la Iglesia de San Agustín, donde se yuxtaponen elementos humanísticos y góticos tardíos, ambas obras de Michelozzo di Bartolomeo. Y, finalmente, el Templo de San Biagio, imponente santuario con un plan central y una cruz griega, con la fachada flanqueada por dos torres (una sin terminar) y una cúpula perfecta, resumen paradigmático de las teorías de la arquitectura del Renacimiento; tal vez la obra más importante de Antonio da Sangallo (el Viejo) y fuente ideal de inspiración para la nueva Basílica de San Pedro de Antonio da Sangallo (el Joven).

El resto del territorio del municipio cuenta con episodios arquitectónico y artístico comparables a los del centro: el pequeño pueblo de Valiano, situado en una colina más allá del Canal Maestro della Chiana, tiene su propio carácter y encanto particular, de allí se puede disfrutar de un maravillosa vista del valle de Chiana al oeste y las colinas de Cortona en el este. Muy impresionantes las dos colinas de Totona (al frente del pueblo de Montepulciano) y los"Capuccini" (no muy lejos) en dirección sur: zona cubierta de bosques y que ofrece caminos y subidas de gran valor paisajístico.